Devocionales

Fe dentro de las emociones

“¡Así que decidimos que enviaríamos a todos de vacaciones, con todo pago, para que puedan descansar bien!”, Exclama la presentadora cuando la familia de 5, con 2 niños discapacitados, se echó a llorar. ¡Al igual que yo!


“Éste es George. George es un perrito golden retriever que fue abandonado…” dice la voz solemne, mientras que pasan tomas en blanco y negro de George, sentado bajo la lluvia a través de la pantalla de la TV. Yo silenciosamente sollozo, con el rostro en mis manos.


*Un niño abraza a su padre mientras la canción “Padre e Hijo” suena en el fondo. Es un anuncio de pan.* Llorando, trato de cambiar el canal, pero no puedo ver el control remoto debido a las lágrimas.


¿Cuán emocional eres? Uno de los elementos únicos de cada individuo son nuestras emociones; Nuestra capacidad de sentirlos y nuestra voluntad de expresarlos. Usted puede ser alguien que llora todo el tiempo – anuncios, espectáculos o momentos como los de arriba son suficientes para moverte a un mar de sollozos. O puede ser alguien que rara vez muestra emoción – bodas, funerales y cuando se golpea el dedo con un martillo.


Las emociones son muy volubles; amigos un momento y enemigos al siguiente. Nuestra capacidad de sentir es uno de los mayores dones de Dios, pero también puede secuestrar nuestras vidas de manera muy perjudicial. Las emociones son como el fuego: grandiosos en el lugar correcto, destructivas en otros. Quieres fuego en la fogata, pero no lo quieres en tu edredón.


La fe no contradice las emociones; más bien las complementa. Nuestras emociones y sentimientos deben expresarse en nuestra fe y nuestra fe debe dirigir nuestras emociones. Jesús es nuestro modelo de vida perfecto y experimentó toda gama de emociones. Él lloró. Él rió. Él suspiró. Él gritó. Se expresó.


Con nuestra tendencia hacia los extremos, a veces pensamos que deberíamos intercambiar una espiritualidad emocional por una piedad formal, pero eso no podría estar más lejos de la verdad. Dios quiere vivir con nosotros, en nuestras emociones, siempre y cuando estén estabilizadas por la presencia de su Espíritu.


Escrito por Fin Sheridan para CBN