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Devocionales

“¡Así que decidimos que enviaríamos a todos de vacaciones, con todo pago, para que puedan descansar bien!”, Exclama la presentadora cuando la familia de 5, con 2 niños discapacitados, se echó a llorar. ¡Al igual que yo!


“Éste es George. George es un perrito golden retriever que fue abandonado…” dice la voz solemne, mientras que pasan tomas en blanco y negro de George, sentado bajo la lluvia a través de la pantalla de la TV. Yo silenciosamente sollozo, con el rostro en mis manos.


*Un niño abraza a su padre mientras la canción “Padre e Hijo” suena en el fondo. Es un anuncio de pan.* Llorando, trato de cambiar el canal, pero no puedo ver el control remoto debido a las lágrimas.


¿Cuán emocional eres? Uno de los elementos únicos de cada individuo son nuestras emociones; Nuestra capacidad de sentirlos y nuestra voluntad de expresarlos. Usted puede ser alguien que llora todo el tiempo – anuncios, espectáculos o momentos como los de arriba son suficientes para moverte a un mar de sollozos. O puede ser alguien que rara vez muestra emoción – bodas, funerales y cuando se golpea el dedo con un martillo.


Las emociones son muy volubles; amigos un momento y enemigos al siguiente. Nuestra capacidad de sentir es uno de los mayores dones de Dios, pero también puede secuestrar nuestras vidas de manera muy perjudicial. Las emociones son como el fuego: grandiosos en el lugar correcto, destructivas en otros. Quieres fuego en la fogata, pero no lo quieres en tu edredón.


La fe no contradice las emociones; más bien las complementa. Nuestras emociones y sentimientos deben expresarse en nuestra fe y nuestra fe debe dirigir nuestras emociones. Jesús es nuestro modelo de vida perfecto y experimentó toda gama de emociones. Él lloró. Él rió. Él suspiró. Él gritó. Se expresó.


Con nuestra tendencia hacia los extremos, a veces pensamos que deberíamos intercambiar una espiritualidad emocional por una piedad formal, pero eso no podría estar más lejos de la verdad. Dios quiere vivir con nosotros, en nuestras emociones, siempre y cuando estén estabilizadas por la presencia de su Espíritu.


Escrito por Fin Sheridan para CBN

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Devocionales
“…¡Dichoso el que confía en el Señor!” Proverbios 16:20 (NVI).

Tenía sentimientos encontrados sobre visitar a mi madre. Tenía 93 años y no me había reconocido durante años, parecía que no escuchaba lo que decía y era muy difícil conversar con ella. Oraba silenciosamente para que Dios nos permitiera conectarnos de alguna forma, que pudiera serle de bendición.

Mi mamá, quien padece de Alzheimer, quedaba como si nada al vernos. Quería preguntarle a mi esposo si el viaje de seis horas había valido la pena, cuando recordé una pregunta que yo había hecho tiempo atrás. “Mamá, ¿eres feliz?” le pregunté. Luego de una gran pausa respondió: “No lo he considerado. ¿Qué se necesita para estar feliz?”

“Supongo que la felicidad significa estar contenta”, dije. Aún sin mostrar ninguna emoción, ella contestó: “Sí, se puede decir que tengo contentamiento”.

El Señor respondió a mi oración, me dejó conectarme con mi madre. También Él me habló por medio de ella. ¿Qué se necesita para ser feliz?

Pasamos mucho tiempo y energía buscando la felicidad, como si nos la deben. Incluso los adultos toman grandes decisiones con el fin de ser felices. Pero, ¿cuántos realmente consideramos qué se necesita para ser feliz?

Muchas veces buscamos nuestra felicidad en cosas que dicta la sociedad: posesiones, éxito, prestigio o diversión (comida, inmoralidad, drogas, etc.). Buscamos en cosas temporales.

¿Qué dice Dios sobre la felicidad? Tanto en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento, se traduce muchas veces la palabra felicidad con “bendecido”, “dichoso” o “bienaventurado”; en otras palabras, la felicidad genuina viene de la mano de Dios.

Muchos versículos muestran una perspectiva distinta de la autofelicidad que buscamos, por ejemplo:

“¡Cuán dichoso es el hombre a quien Dios corrige!” – Job 5:17 “

¡Dichoso el que se compadece de los pobres!” – Proverbios 14:21

“¡Dichosos los que son obedientes a la ley!” – Proverbios 29:18

“En verdad, consideramos dichosos a los que perseveran…” – Santiago 5:11

“Dichosos ustedes si los insultan por causa del nombre de Cristo.” – 1° Pedro 4:14

No sé si mi mamá fue bendecida con mi visita, pero yo sí. “¡Dichoso el que confía en el Señor!” (Proverbios 16:20).

Oración
Señor, gracias por enseñarme a ser feliz y a medir lo que puede hacerme dichoso con otros parámetros que no siempre la gente toma en cuenta. Amén.

Escrito por Kay Camenisch. Escritora invitada
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