Devocionales

El Alfarero

Isaías 45: 9 “Una vasija de barro, igual a otra cualquiera, no se pone a discutir con quien la hizo. El barro no dice al que lo trabaja: “¿Qué estás haciendo?”, ni el objeto hecho por él le dice: “Tú no sabes trabajar.” DHH. 


La niña pasaba todos los días, por el taller de ese alfarero y lo veía trabajar en diferentes piezas, a veces permanecía un momento, mirando la habilidad con que las forjaba.
 


Esa mañana salió temprano de la escuela y al pasar por allí, justo vio cuando el alfarero estaba mirando detenidamente su obra, parecía que no estaba satisfecho, y para sorpresa de la niña con fuerza la rompió, ella curiosa se acercó y le dijo: – Señor ¿por qué rompió esa vasija?, se veía tan bonita.
 


– El alfarero respondió: parecía que estaba bien hecha, pero tenía un defecto que la hacía inservible, y era mejor ahora deshacerla, para con el barro volverla a construir, y ella cumplirá el propósito para el cual la estoy creando.
 


– La niña no muy convencida, asintió con la cabeza y se fue a su casa, en el camino pensaba y si la vasija hablara ¿qué le hubiera dicho al alfarero?
 


Pasaron los días y en la casa de Rosita como se llamaba la niña, sus padres le llamaron fuertemente la atención a su hermano Raúl, un adolescente difícil que estaba teniendo problemas en el colegio, y les oyó decir “Si no lo corregimos a tiempo, Raúl no va a poder ser un hombre de bien y cumplir con el plan de Dios para su vida”, entonces recordó lo del alfarero y dijo mañana voy a pasar para ver que sucedió con la vasija.
 


Estaba haciendo calor cuando llegó al taller del alfarero y por la ventana de la calle le preguntó:
 


– Señor, ¿se acuerda de mí?
 


– Si niña claro que me acuerdo, tú fuiste la que me preguntaste ¿por qué rompí una de mis obras?, ¿Quieres ver cómo quedó finalmente?
 


– Sí dijo la niña, ¿ya la terminó?
 


– Sí, ya está lista, espérame que ya la traigo.
 


Se dirigió al interior del taller, y volvió con una vasija hermosa llena de colores, con filos dorados, se la puso en las manos de la niña y le dijo:
 


– Te la regalo.
 


Ella estaba asombrada, emocionada, no sabía que decir, cuando por fin recuperó fuerza le dijo: -Nunca me imaginé algo tan precioso, ahora comprendo por qué la hizo de nuevo.
 


– Si, dijo el alfarero, no podía poner los colores, ni el oro sin que el barro estuviera perfectamente forjado para el destino que iba a cumplir.
 


La niña le dio las gracias y llena de gozo se fue a su casa.
 


Oración:
Dios mío tu eres mi alfarero, haz en mi vida lo que tu consideres necesario para que pueda cumplir mi propósito y mi destino, en el nombre de Jesús, amén.