Devocionales

El riesgo de las relaciones

¿Vale la pena el riesgo? Esa es la pregunta que nos hacemos muchas veces al día, a veces conscientemente, pero sobre todo inconscientemente.

Existen riesgos significativos y riesgos insignificantes. “¿Tengo suficiente tiempo para hacer un café antes de esta reunión?” – no es particularmente peligroso o arriesgado (a menos que tenga un jefe estricto…) Cruzar la carretera – un riesgo potencialmente mortal que muchos de nosotros tomamos con despreocupación. Cómo y cuándo gastar dinero a menudo implica un riesgo: ¿debemos comprar, ahorrar o invertir?

Sin embargo, los mayores riesgos que corremos la mayoría de nosotros son nuestras relaciones. Todas las relaciones significativas, románticas, genéticas o amistosas, implican un grado de riesgo. Son riesgosas porque nos estamos haciendo vulnerables. Para que una relación progrese o profundice, debemos ser conocidos por el otro y eso es aterrador. La apertura puede ser un desafío. Confiar puede ser difícil – especialmente si hemos sido heridos en nuestro pasado.

Nuestro instinto humano es protegernos, cubrirnos a nosotros mismos. Así como Adán y Eva cubrieron su desnudez, al ocultarse de Dios, parte del efecto del pecado sobre nosotros es que ahora sentimos “miedo de estar desnudos”. Ser conocido por otro es una perspectiva espeluznante, que nos obliga a arriesgarnos.

El Pastor y autor, Tim Keller, lo expresa así: “Ser amado pero no conocido es reconfortante pero superficial. Ser conocido y no amado es nuestro mayor temor. Pero ser plenamente conocido y verdaderamente amado es, bueno, mucho como ser amado por Dios. Es lo que necesitamos más que nada”.

Ese es el Evangelio, la buena noticia de que Dios nos conoce plenamente y que nos ama, que nos da la libertad de ser vulnerables frente a otro, de asumir riesgos y abrirnos a la gente que nos rodea.

Los cristianos deben tener relaciones profundas y veraces porque somos libres de vivir por la aprobación y validación de otras personas. Somos plenamente amados en Jesús – él ha respondido a la gran pregunta “¿Soy digno de ser amado?” Que todos preguntamos – y así, desde ese lugar de seguridad, soy libre de amar a la gente que me rodea.

Soy libre de compartir mis luchas. Soy libre de compartir mis heridas. Soy libre de compartir mis sueños. Soy libre de ser yo mismo y de ofrecerme a otro para ser amado y amar. Soy libre de asumir el riesgo de relación.

Escrito por Fin Sheridan para CBN