Devocionales

A Él le gusta que le pregunten

El otro día estaba leyendo el primer libro de la serie de las Crónicas de Narnia: El Sobrino del Mago (sí, es un libro para niños, no me juzguen). Es tan interesante volver a leer los libros como adulto, entendiendo el simbolismo de que Aslan es Jesús. Hubo una parte que realmente se destacó para mí…

En el libro, un niño llamado Diggory y una niña llamada Polly son enviados en una misión por Aslan para recuperar el fruto de la vida. Montan en un caballo volador y que además habla (como lo haces tu). El viaje es largo, y tienen que detenerse para descansar. El caballo está comiendo pasto, pero el niño y la niña no tienen nada para comer. Diggory luego se queja diciendo que tiene hambre y se preguntaba por qué nadie había pensado en ordenar la cena.

El caballo le dice: “Estoy seguro de que Aslan lo habría hecho si le hubieras preguntado”.

“Pensé que Aslan lo habría sabido sin que se lo pidieran”, responde el chico.

El caballo le responde al niño, “No tengo dudas de que lo haría. Pero él sigue siendo del tipo de personas que le gusta que le pregunten”.

Encontré este pequeño diálogo entre el niño y el caballo parlante muy interesante. El chico asume que Aslan, que lo sabe todo, ni siquiera necesita que se lo pregunten porque seguramente él ya lo sabe y lo hará de todos modos.

Esto es como nosotros y Dios. A veces no le preguntamos o le decimos cosas porque lo sabe todo, él ya sabe cómo nos sentimos, qué es lo que queremos y qué necesitamos, entonces, ¿por qué molestarse en decirle lo que ya sabe? A menudo me encuentro solo orando a Dios por las cosas grandes, rezando en los momentos de crisis y tormentas inesperadas, pero no ruego sobre las cosas simples e incluso obvias porque, bueno, parecen demasiado simples, demasiado obvias. Creo que no necesito orar por eso porque Dios seguramente ya lo sabe y lo resolverá. O no le digo lo que siento porque creo que ya lo sabe, y bueno… ¿por qué informar a un Dios que todo lo sabe y que puede describir mis sentimientos mejor que yo?

La razón por la que es tan importante preguntarle a Dios es porque así es como se ve una relación. Una relación no es una sola persona que simplemente da silenciosamente lo que se necesita sin conversar.

Si tuviera un hijo (que no tengo, entonces no puedo usar esa excusa para leer libros para niños), me gustaría que me pidan cosas, que me pregunte cuándo necesita ayuda, que no camine con los cordones de sus zapatos desabrochados, esperando que lo vea y lo resuelva por él. Quiero que venga y me diga “Papá, por favor, ¿puedes atarme los cordones de los zapatos?” No quiero que asuma que voy a hacer todo por él sin que él tenga que siquiera reconocerme o preguntar.

Dios QUIERE que le preguntemos a Él, Él quiere que conversemos, Él quiere que miremos hacia arriba y digamos “¿puedes hacer esto por mí?”, “¿Puedes ayudarme en esta situación?”, “¿Puedes darme ese trabajo?” “He estado esperando”, etc. Quiere que le cuentes sobre tu día, sobre qué te hizo feliz y qué te entristeció, con qué miedo luchaste y qué momento celebraste, porque así es como se ve una relación.

Pídale a Dios hoy por las cosas simples. Sí, Él lo sabe todo, Él sabe lo que necesita, Él sabe lo que va a decir incluso antes de que lo haya dicho, pero aún desea que le pregunte, Él todavía quiere que hable con él.

En Marcos 10:51, Jesús le pregunta al hombre ciego: “¿qué quieres que haga por ti?” Seguramente estaba claro que quería sanidad, quería ver otra vez pero Jesús quería que preguntara, quería que él expresara su pedido, quería que conversara con Él y dijera qué era lo que él quería, y fue en ese momento cuando Jesús lo sanó.

Escrito por Fin Sheridan para CBN