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Devocionales

¿Alguna vez te has preguntado si un error del pasado significa que Dios ya no puede usarte? ¿Alguna vez has estado totalmente convencido de que esto es verdad? Si es así, has caído en una de las mentiras favoritas de Satanás… que tu pecado es demasiado grande para superarlo.

 

La historia de cómo la fe del apóstol Pedro se desmoronó cuando Jesús fue arrestado y llevado a ser crucificado es prueba de que esto nunca es el caso.

 

Pedro había declarado que nunca abandonaría a Jesús. Pero Jesús sabía mejor y profetizó que este discípulo lo negaría tres veces antes de que cantara el gallo. Mientras Jesús era llevado para ser crucificado, Pedro dijo que no lo conocía. Tres veces afirmó no tener nada que ver con Jesús. Luego, cantó el gallo, llamando la atención sobre este abrumador fracaso.

 

Si algún pecado descalificaría a un discípulo del ministerio, negar a Cristo seguramente encabezaría la lista. Lucas 22:62 dice que Pedro lloró amargamente cuando se dio cuenta de lo que había hecho.

 

Ahora, el sacrificio de nuestro Salvador es suficiente para cubrir todo pecado. Sin embargo, sabemos que el pecado puede tener consecuencias graves. Entonces, ¿podría Pedro ser completamente restaurado para ser un discípulo de Cristo? ¿Podría predicar y enseñar a otros después de lo que había hecho?

 

Después de su resurrección, Jesús buscó a Pedro. Leemos en Juan 21:15-17 que, cuando lo encontró, le hizo una pregunta a Pedro. Jesús preguntó: “Pedro, ¿me amas?” Tres veces le hizo esta pregunta a Pedro, y tres veces Pedro afirmó su amor por Jesús. Y cada vez, Jesús tuvo una respuesta: “Apacienta mis corderos”… “Cuida de mis ovejas”… “Apacienta mis ovejas” (NTV).

 

 

En ese intercambio, Jesús una vez más llamaba a Pedro a su servicio. Él le estaba diciendo a Pedro: “Estás totalmente restaurado. Ahora, ve y predica el Evangelio y haz discípulos.” Este era un nuevo día y el fracaso pasado de Pedro ya no importaba.

 

Según Hebreos 12:15, solo hay un fracaso que debemos temer: ” Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;”

 

Jesús hizo todo nuevo mediante su sacrificio voluntario por cada uno de nosotros. Siempre podemos ser perdonados y, como Pedro, podemos ser liberados de nuestro pasado. Con arrepentimiento, nuestros pecados son limpiados y tenemos un nuevo comienzo. Lamentaciones 3:23 nos dice que sus misericordias son nuevas cada mañana.

 

Así que, demos hoy alabanza a Él porque lo que hicimos ayer, la semana pasada o hace 20 años ya no importa. Ahora, cada día nos brinda una nueva oportunidad para comenzar de nuevo.

Escrito por LINDA VULCANO

 


 

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Devocionales

“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”. 2 Crónicas 7:14

 

Si buscamos en el diccionario la palabra humillación, encontramos que es la acción y efecto de humillar o humillarse, herir el amor propio o la dignidad, abatir el orgullo.

 

También, se refiere a un acto y una emoción; es el acto de devaluar injustamente a un individuo o a un grupo por parte de otros que tienen el poder de conseguirlo. La humillación es además la emoción que surge cuando la víctima toma consciencia de que dicha devaluación ha tenido lugar.

 

Francamente, no entendía cuando Dios habla de humillación; si Dios es amor y mi padre celestial nos es un Dios transgresor a su palabra, Él no es injusto y tampoco va a querer dañarnos moralmente.

 

Pero gracias a Dios, su palabra no se refiere a ello; en este caso, humillación viene del hebreo KHAUNNA que significa doblar rodillas ante aquel que merece toda gloria y honra; es asimismo la virtud de reconocer nuestras faltas, que somos seres humanos débiles y que fallamos cada momento.

 

En el libro de Crónicas, se nos motiva a doblar nuestras rodillas para invocar su precioso nombre y se enseña que la única forma de buscar el rostro de Dios es de rodillas. No hay otra forma de encontrarlo.

 

Añade algo muy importante y puntual: que es necesario que haya un cambio. No sólo es cuestión de doblar rodillas y orarle a Dios, sino como consecuencia de esa acción, tiene que haber una transformación real en nosotros, dejar de hacer todo lo malo que hacemos y como resultado de ello, viene la promesa de que el mismo Dios nos escuchará, pondrá atención a nuestra súplica, a nuestro clamor y actuará en nuestras vidas. Es más, perdonará nuestros pecados, nuestros malos caminos y traerá sanidad a nuestra tierra. ¡Preciosa promesa de Dios!

 

Oración

Señor perdóname por no humillarme ante ti día a día, por dejar pasar los días sin buscar tu rostro, tu perdón y tu restauración. Te pido, amado Dios, que me levantes como una persona de oración, que descubra el deleite el estar en tu preciosa y dulce presencia. En el nombre de Jesús. Amén.

Escrito por Elena Mesías para CBN

 


 

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Crea en mi, Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mi!”  Salmo 51:10 


¿Cuántos tienen un cuarto lleno de cosas que hace más de tres meses no ocupan, que sólo estorban, acumulan polvo pero que no las tiramos porque pensamos que algún día las volveremos a utilizar?
 

 

Así pasa en nuestro corazón, vamos acumulado raíces de amargura con cada envidia, chisme, contienda, maldad, frustración, amargura, odio, rencor, resentimiento, duda, desconfianza, falta de perdón, ego, soberbia, infidelidad… y los acumulamos pensando que son útiles para la vida cotidiana o que algún día volverán a servir, y los encontramos ocupando el espacio de las cosas que realmente tienen valor y que tienen que permanecer. 


Es necesario limpiar nuestro corazón a profundidad y “no por encimita”. No tiene sentido resistirnos a la limpieza, porque lo que hacemos es resistirnos a todo lo que realmente vale la pena disfrutar, al amor, la restauración, la paz, el gozo, la libertad, la sanidad, el perdón y a todas las promesas de Dios.
 


Dios está dispuesto a limpiar nuestro corazón, decídete a tomarle la palabra. Dios está dispuesto a entregarte todo lo que Él ya prometió, sólo está en ti estar dispuesto a recibirlo.
 


Quita, sacude, barre, tira todos los tiliches de tu corazón y te aseguro que no necesitarás alas para sentirte ligero.
 

Oración: 
Dios, delante de ti no podemos ocultar nada, te pido que examines mi corazón y me muestres qué es lo que no me deja ser lo que tu planeaste. Tomo tus promesas, las hago mías y me dispongo a ser diferente. En el dulce nombre de Cristo Jesús. Amén. 

Escrito por Ana Paola Romero para CBN 



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Devocionales

“¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.” (Marcos 6:3 versión Reina Valera)

 

Cuando Jesús comenzó su ministerio fue difícil que su familia y amigos le vieran como más que un carpintero. En aquel entonces, decir “Jesús el Rabí” no era un asunto fácil de acostumbrarse. Sin embargo, en la actualidad necesitamos descubrir que la ocupación terrenal de Jesús como carpintero fue la preparación perfecta para su ministerio. Él pasaría los siguientes tres años trabajando con gente destrozada.

 

“Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores”, dijo Jesús (San Marcos 2:17).

 

Todos vivimos en medio de las consecuencias del pecado directa o indirectamente. La vida nos trae dolor y sufrimiento y cada uno de nosotros ha experimentado tener el corazón roto. A veces por una relación fracasada, una oportunidad perdida o la muerte de un ser querido, tener el corazón destrozado es algo que nos sucede a todos.

 

“Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.” (Salmos 51:16-17)

Dios no hace rodeos. Él señala cada lugar en donde el pecado nos ha devorado y destruido. Él inspecciona cuidadosamente las áreas que hemos intentado reparar por nosotros mismos y por supuesto hemos fallado. Él desensambla el corazón para reconstruirlo, hacerlo mejor y más fuerte que antes. En cuanto lo cumple, Él da cuentas de cada detalle, hasta el último clavo. Él hace obras completas.

 

La Biblia no nos dice si Jesús trabajó en la carpintería cuando comenzó su ministerio. Sin embargo, Él pasó la mayoría de sus años terrenales y toda la eternidad reparando las ruinas de la humanidad.

 

Oración

Señor, entra en la “zona de desastres” mi corazón dolido y golpeado y trabaja ahí, donde más lo necesito. Revela tu artesanía y has una obra especial en mi para reconstruirme de nuevo. En el nombre de Jesús, amén.

Escrito por Jennifer E. Jones, para CBN
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