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Devocionales
“Aunque no den higos la higueras, ni den uvas las viñas, ni aceitunas lo olivos; aunque no haya en nuestros campos nada qué cosechar; aunque no tengamos vacas ni ovejas, siempre te alabaré con alegría porque tú eres mi salvador”. Habacuc 3:17-18 (Traducción en Lenguaje Actual)

Siempre viene a mi mente a ministrarme cuando las papas se me queman, cuando el panorama se vuelve incierto, cuando las cosas me salen mal, cuando las cuentas se vuelven impagables, porque lo único que hago es pagar y pagar y no veo el fruto de mi trabajo y pienso en cómo emplearlo en algo más productivo.

Cuando las enfermedades tocan la puerta de mi hogar, cuando en el trabajo me dijeron hasta aquí no más, hoy es el último día de trabajo y me quedé sin chamba y lo peor es que no consigo otro trabajo, o cuando el dueño de lo ajeno se lleva lo que no le pertenece y roba el esfuerzo de mi trabajo, a todo esto se suma cuando la división invade mi hogar, los pleitos son el pan de cada día, los insultos se levantan como dardos encendidos; cuando el adulterio invade mi hogar o mi hijo es un drogadicto y lo veo cada día más atado al vicio.

Es como si se hubiera congelado en un espejo mi vida, es como cuando la computadora se detiene y no avanza ni para atrás ni para adelante.

En la mayoría de veces, en la búsqueda de la solución a nuestros problemas no acudimos a Dios, sino al adivino, al que lee las cartas, leemos el tarot y caemos en pecado del agorismo, o consultamos al compadre o a la comadre… y cada vez nuestros problemas se agudizan más.

Nos hundimos en la desesperación y la angustia y pensamos que no hay salida a nuestros problemas. Pero en Cristo Jesús siempre hay salida y esperanza. En Juan 3:16 dice “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna, porque no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él”.

En Cristo tenemos el perdón de nuestros pecados, tal como leemos en 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecaos, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Dios es un hacedor de cosas nuevas, Él las hace las desde el momento en que nosotros decidimos creer en nuestro corazón y confesar con nuestros labios que Él es nuestro Señor y Salvador.

Lo nuevo que hace Dios es poner esperanza y paz en nuestros corazones en medio de las circunstancias. Entonces podemos decir como Habacuc que aunque no pase nada en mi vida, aunque la pobreza y la escasez hayan tocado la puerta de mi casa y nada de lo que emprenda se realice, con todo, yo me alegraré y me gozaré en el Dios de mi salvación, porque Dios siempre llega a tiempo para ayudarnos a salir de toda circunstancia adversa.

Oración
Perdóname Dios por mi pecado, por no haber corrido a ti en mis momentos de pruebas y desesperación. Señor yo me acerco a ti ahora y te hago el señor de mi vida y de todas mis circunstancias. Gracias por la fe y la esperanza que pones en mi corazón. En el nombre de Jesús. Amén.

Escrito por Elena Mesías para CBN
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