Devocionales
“Porque el tiempo me faltarÃa contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, asà como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones…” Hebreos 11:32-33
Fui invitado a entrenar en el Centro de Entrenamiento OlÃmpico de Estados Unidos en Colorado Springs, para preparar el equipo de luchadoras femeninas para próximos campeonatos mundiales. Estaba emocionado y honrado de tener la oportunidad de ir y entrenar a las mejores atletas del paÃs.
Siempre me gustaba ir al Centro. Se podÃa sentir el espÃritu del movimiento olÃmpico. Es un ambiente lleno de energÃa y positivismo, donde cientos de atletas viven y entrenan para alcanzar sus metas y sueños en las Olimpiadas. En este lugar, uno llega a tener la visión de lo que es posible alcanzar.
Cuando estuve ahÃ, la sala de entrenamiento estaba llena de los héroes y campeones del deporte.
Me sentÃa fuera de lugar entre estas personas. No habÃa ganado una medalla olÃmpica o un tÃtulo mundial, ni siquiera un premio estatal. Estaban otros entrenadores que habÃan logrado más, que merecÃan estar ahà más que yo. Ellos tal vez no fueron invitados, o quizás decidieron no aceptar la oferta. Yo estaba humillado y feliz por la oportunidad.
Déjame decirte que estuve muy bendecido ahÃ. Aunque no lo merezco, Dios me ha dado gracia. ¡Estoy agradecido con los regalos que Él me da!
Una mañana antes de la práctica, mientras los luchadores hacÃan su calentamiento, daba gracias a Dios por el ambiente tan increÃble. Le dije que no sentÃa que pertenecÃa ahà y Él me recordó el pasaje de Hebreos 11, donde el autor de ese libro menciona los héroes de la fe.
Estos fueron verdaderos héroes, que confiaron en Dios hasta la muerte. Yo estaba en el mismo equipo, el equipo de Dios. ¿Por qué? Porque Él me invitó a su Reino y yo acepté su invitación para que entrase en mi vida. No fui aceptado porque tenÃa estrategias o logros, Él sólo me querÃa por quien yo soy.
Ahora vivo continuamente bendecido. Claro, ha habido sufrimiento, adversidad y momentos duros, pero sin duda sé que Dios tiene todo en control. Aunque no merezco estar en su equipo, Dios me ha entrenado y ¡agradezco su regalo de la vida eterna!
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Oración:
Dios enséñame a ser agradecido contigo y a vivir de tal manera que mis actos, mis palabras y mis pensamientos sean agradables para ti, y si me falta fe, dámela, para poder conocerte y comprender tu amor, tu misericordia y tu poder. En el nombre de Jesús. Amén.
Doug Reese. Tomado con permiso del libro “Take it to the Next Level: Performance Principles for Life”