Devocionales
Después de pasar por una serie de agotadoras semanas, sintiéndome no amado y con necesidad de consuelo, le dije llorando al Señor, “Se que dijiste que me amabas, pero no comprendo que me amas. Dios, ayúdame a entender que verdaderamente me amas.” Estaba desesperado por comprender este simple concepto que seguÃa confundiéndome.Â
Desde mi perspectiva intelectual, yo sabÃa que Dios me amaba. SabÃa que estarÃa contento conmigo cuando hiciera las cosas bien y que, de alguna manera, me tolerarÃa cuando hiciera las cosas mal. Pero, aun asÃ, no lograba entender ese amor incondicional que la Biblia dice define a mi Señor y Salvador, esa clase de amor sin condiciones, del que no depende de un buen comportamiento o de calificaciones perfectas.Â
Durante una semana ore por esto, en la ida al trabajo y en el regreso. Luego un dÃa en particular, volvà a casa muy preocupado. Trataba de sacar los comestibles del carro y de mantenerme amable con mi vecina Tiffany y su hijo de 4 años Jaelon, que iban saliendo.Â
Y luego sucedió.Â
Luego de varios viajes a casa, finalmente deje todas las compras. Mientras estaba de pie frente a la puerta, oà al pequeño Jaelon preguntarme en su dulce voz, “¿Te puedo dar un abrazo?”Â
Me quede atónito que un niño que ni mi nombre sabÃa, con el que nunca habÃa pasado tiempo en casa, que habÃa pasado dÃa con dÃa y ni siquiera un “hola” le habÃa dicho; quisiera abrazarme. Quien era yo para merecer ese abrazo.Â
A pesar de mi duda inicial, muy en mis adentros me sentà emocionado. ¡En realidad no podÃa esperar para recibir ese abrazo! Puse mis compras en el suelo, camine hacia el pequeño niño, me arrodille, y recibà la maravillosa bendición de Dios.Â
Era tan simple, pero al mismo tiempo un acto tan puro de amor. Un abrazo de un niño pequeño– sin pretensiones, sin motivos ocultos. Solo un chico que veÃa un adulto preocupado, y vio en un abrazo la solución para hacerlo sentir mejor.Â
El chico estaba en lo correcto. Apenas podÃa contener las lágrimas de alegrÃa mientras contemplaba este pequeño acto de aceptación. Me di cuenta de que Dios habÃa contestado mi oración de la manera más tangible y personal.Â
Si necesita Su caricia, como yo, pÃdale al Señor que se muestre a usted. Y luego, espere expectante a que el extienda sus brazos para traerle confort, seguridad y provisión.Â
“Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación.” 2 Corintios 1:3Â