Devocionales
Dos pequeñas palabras
La mayoría de nosotros decimos “yo te amo” (tres palabras pequeñas) que pueden hacer la diferencia en la vida de alguien, incluyendo la nuestra. Recientemente durante una visita a una posible universidad con mi nieta fue que vi el poder de dos palabras, no tres, en acción. Fue una visita programada a la universidad con todo tipo de actividades preparadas para los estudiantes y sus familias.
Mi nieta fue contactada por parte del personal de la universidad con información y conocimiento acerca de su aplicación de ingreso. No de la manera que uno espera recibir una carta, en su lugar había una nota escrita a mano. Me impresiona la cantidad de información y conocimientos que vienen a través de internet y en ocasiones siento que el arte de escribir cartas se ha perdido. La nota no solo conocía acerca de la aplicación, tenía la información necesaria, pero también incluía una nota personal para mi nieta. La mujer escribió que ella disfrutó el ensayo requerido en la solicitud. Mi nieta quedo impresionada pues había trabajado muy duro en escribir el ensayo cuyo asunto trataba de un temo muy personal para ella. Nuestra familia amó el ensayo, pero significó más que a alguien que no conocía también le gustara. Después de todo, estamos sesgados.
La mañana comenzó con una recepción en la casa del presidente de la universidad. Todos le dimos la mano al Presidente, luego mi nieta se trasladó a la siguiente mujer en la fila. A medida que mi nieta se acercó a darle la mano a esta señora, ella leyó la etiqueta con el nombre de mi nieta y empezó a hablar emocionadamente diciendo lo contenta que estaba en conocerla. Luego, dos pequeñas palabras fueron pronunciadas con sinceridad absoluta, cuando mi nieta dijo “muchas gracias”. Era obvio que significaba mucho para la joven mientras le sonreía. Inmediatamente, el Presidente dio la vuelta y se dirigió a mi nieta para decirle lo impresionado que estaba de haber escuchado unas gracias. Comentó que no esto no sucede muy a menudo y que era agradable de escuchar.
El presidente de la universidad se fijó en mi nieta no por su impresionante escritura, ni por sus habilidades académicas, sino por dos palabras que pueden ser dadas por alguien, en algún momento por algo lindo que alguien hace por ti. Ese era verdaderamente uno de esos momentos en el tiempo cuando tu te das cuenta que Dios estaba dándote una lección muy necesitada. Dios nos dá nuestra boca pero qué palabras hay en nuestras lenguas. Continuamente somos buenos señalando nuestros errores, ¿pero decimos muchas gracias en serio? Estas dos pequeñas palabras pueden ser dichas a cualquiera, incluso a extraños. Después de todo, como cristianos somos llamados a ser ejemplo.
“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia”. Colosenses 3.12
Sugiero que miremos a nuestro alrededor y veamos a aquellos que nos bendicen. Las bendiciones vienen de Dios y debemos agradecerle. Pero algunas veces El usa a otros para bendecirnos. ¿Podemos nosotros empezar a decir estas dos pequeñas palabras con sinceridad de corazón? Nosotros las escuchamos, las oímos, las decimos de memoria aún cuando pidiendo un buen clima, llueven perros y gatos si ver realmente la bendición.
Incluso cuando reconocemos la bendición, fallamos en decir la palabra gracias. Esa palabra puede bendecirte inclusive a ti. Aquellos que estaban con mi nieta ese día fueron bendecidos conforme ella les hablaba. ¿Querrá Dios que tú uses esas palabras para bendecir y enfrentar a los demás?
“Hermanos, les pedimos que sean considerados con los que trabajan arduamente entre ustedes, y los guían y amonestan en el Señor.”
I Tesalonicenses 5.12
Ahora les digo a cada uno de ustedes que leen estas palabras un sincero MUCHAS GRACIAS.